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11 febrero, 2009

de mi cielo, Ion A.


El mundo de la competencia, es el mundo del transcurrir del tiempo, de las mudanzas, de los inicios y de los finales. Se basa en actitudes, no en hechos. Es un mundo de nacimientos y muertes, basado en la carencia, en la escasez, en la pérdida, en la separación y en la extinción. Es un mundo que aprendemos, que se nos implanta, solo el condicionamiento nos adapta a algo tan artificial como ello, no es algo que se nos da, es algo que se nos impone; es selectivo en cuanto a nuestra formación perceptual, inestable en su modo de operar e inexacto en sus interpretaciones.
Del conocimiento y de la competencia surgen dos sistemas de pensamiento distintos que se oponen entre sí en todo. En el ámbito del conocimiento no existe ninguna sensación más trascendente que la de unión porque todos comparten una sola voluntad. El mundo de la competencia, en la otra parte, se basa en la creencia en opuestos, en voluntades separadas y en el perpetuo conflicto que existe entre ellas, y entre ellas y la unión de voluntades. Lo que la competencia  ve y oye parece real porque sólo admite en la conciencia aquello que concuerda con los deseos del competidor. Esto da lugar a un mundo de ilusiones, mundo que es necesario defender sin descanso, precisamente porque no es real.
Una vez que alguien queda atrapado en el mundo de la competencia, queda atrapado en un sueño. No puede escapar sin ayuda, porque todo lo que sus sentidos le muestran da fe de la realidad del sueño. Solo la búsqueda de conocimiento puede mediar entre los dos mundos, solo en ella podremos reconocer nuestros espejismos y dejar de creer en ellos. El objetivo de la búsqueda es ayudarnos a escapar del mundo ilusorio, enseñándonos cómo cambiar nuestra manera de pensar y cómo corregir nuestros errores. El desapego es el recurso de aprendizaje utilizado para llevar a cabo ese cambio en nuestra manera de pensar.

Lo que tenemos por “mundo real” tan solo refleja las referencias implantadas que hemos recibido, lo que los dominantes de turno desean que creamos, los deseos y emociones que han sembrado en nosotros. Recibimos una proyección y desarrollamos una percepción. Somos sistemáticamente aleccionados sobre qué clase de mundo queremos ver; luego proyectamos ese mundo fuera y lo transmutamos en real para nosotros, a partir de ese momento obtenemos una realidad a la medida. Hacemos que sea real mediante las interpretaciones que hacemos de lo que estamos viendo. Valiéndonos de la competencia  para justificar nuestros errores -nuestra ira, nuestros impulsos agresivos, nuestra carencia de amor- solo veremos maldad, destrucción, malicia, envidia y desesperación. Tenemos que aprender a desapegarnos de todo esto, no porque al hacerlo seamos buenos o caritativos, sino porque no es real. Hemos distorsionado el mundo con nuestras absurdas defensas y, por lo tanto, estamos viendo lo que no está ahí. A medida que aprendamos a reconocer nuestros errores, aprenderemos también a pasarlos por alto, es decir, a desapegarnos. Al mismo tiempo nos perdonaremos al mirar más allá de los conceptos distorsionados implantados de nosotros mismos, y comenzaremos a ver el ser de conocimiento que somos.

continuaremos....

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