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13 febrero, 2009

de mi cielo...II Parte



El único “pecado” es el desamor. Dado que lo único que existe es el amor, el pecado no es otra cosa que un error que puede ser corregido, en vez de algo “malvado” merecedor de castigo. Nuestra sensación de ineptitud, debilidad y de carencia procede del postulado de baja disponibilidad que predomina en el mundo de la competencia. Desde este planteamiento, en uso de nuestro derecho a la competencia disputamos por arrebatar a los otros lo que se nos ha imbuido de que nos falta a nosotros, aquello que dará “calidad” a nuestra forma de vida y nos aproximará al divino “maná” del mundo, el éxito. En este contexto, el amor deviene en una búsqueda de otro con el objeto de ver qué podemos sacar de él. Este es el triste reducto al que queda relegado lo que es el autentico núcleo de la existencia, en el mundo de la competencia a este desatino egoísta se le llama amor. No puede haber mayor error que ése, pues el amor no solo no exige nada, sino que es el cemento que une a los seres mediante el deleite de darse a los otros.
La única unión posible es la de las mentes, pero esta unión sólo es posible en el nivel del conocimiento. El yo en competencia busca el triunfo obteniendo (casi podríamos decir “extrayendo”, como si fuese la explotación de un yacimiento) del mundo que le rodea aceptación, posesiones, dominio y su aberrante y obsesivo “amor”. El ser de conocimiento no necesita nada. Permanece intacto, impoluto, amante, amado y amoroso. Busca unión y no obtención; extensión y no proyección. No tiene necesidades no básicas y sólo busca unirse a otros que, como él, son conscientes del camino a seguir.

En el mundo del conocimiento la pareja une el amor de la conciencia a la pasión del encuentro. Las personas se sumergen temporalmente en un milagro del compartir que aproxima sus vidas mutuas e ilumina el mundo que les rodea. En un mutuo avance hacia el conocimiento se produce un gran resplandor, a su paso toda la naturaleza florece y se goza en su presencia. Se convierten en un faro que señala el camino de encuentro de todos los seres. El mundo competitivo utiliza las relaciones de pareja como un último recurso para la exclusión y como una prueba de la realidad de la separación. El conocimiento transforma a las parejas en perfectas lecciones de desapego y las convierte en un medio para despertar del sueño. Cada relación es una oportunidad de sanar nuestra visión ficticia de la vida y de corregir nuestros errores. Cada una es una oportunidad de desapego y de unión nueva.

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